La divisa punzó

La divisa punzó

La divisa punzó

Drama histórico

  • Autor:
    Paul Groussac
  • ISBN:9788497706155
  • Categoría:Biografías, literatura y estudios literarios; Obras de teatro, textos teatrales
  • Temática:Obras de teatro, textos teatrales
  • Páginas:47
  • Idioma:Español / Castellano
  • Editorial:Vision Libros
  • Código de Producto:415
  • Disponibilidad: Disponible
  • Formato de este producto: PDF
  • 1.35€

    1.28€

  • Sin Impuesto:1.24€
Hoy 12 de septiembre de 1923, día en que me pongo a escribir unas líneas de prefacio para esta obra, cuya impresión toca a su término, veo en un cartel que se anuncia para esta noche la 90ª representación de La divisa punzó. Así las cosas, no creo que sea temerario calcular -sin auxilio de la tabla de logaritmos- que la salida a luz del drama impreso podrá coincidir, la semana próxima, con la centésima de sus representaciones consecutivas, durante los dos meses y medio contados desde el estreno (6 de julio último) por la compañía Quiroga, en el teatro Odeón, de Buenos Aires. El feliz éxito teatral no es discutible, sin que, para afirmarlo, sea necesario acudir a las exageraciones «reclamatorias» que le pregonan como «un triunfo sin precedente». Por lo demás, para mostrar que al autor no se te han subido a la cabeza los humos triunfales, y, sobre todo, para cumplir el acto de estricta justicia debida a mis colaboradores, así en la preparación escénica de la obra como en su ejecución, me es grato reconocer la parte positiva que a unos y otros, respectivamente, les corresponde.
La empresa Quiroga, desde luego, es acreedora a mi agradecimiento por la acogida entusiasta -el término no es excesivo- que sus directores tributaron a la pieza a raíz de la primera lectura, dándose cuenta inmediata, con su experiencia profesional, del hondo interés que para un público argentino presenta el asunto, y, como ellos dicen, de su intensa «teatralidad». Sin pérdida de momento pusieron manos a la «obra», con toda diligencia, no ahorrando gastos ni esfuerzos en vista de la mejor preparación del drama y su más pronta realización escénica. Por cierto que, a este respecto, Buenos Aires no es París, ni siquiera ofrece los recursos «utileros» de Milán o Viena. Es tanto más meritorio haber improvisado todo el complexo aparato escénico que este drama histórico requiere -decoraciones, moblaje, indumentaria para un elenco de cuarenta personajes, los mil detalles de mise en scène que huelga mencionar, -lográndose, en pocas semanas de febril actividad, vencer las enormes dificultades inherentes a la situación- desde la escasez de buenos actores nacionales hasta la exigüidad del escenario, totalmente inadecuado a piezas de espectáculo, -para realizar, como se ha hecho, una ejecución si no perfecta, por lo menos excelente bajo muchos aspectos y en conjunto satisfactoria a juicio de los más exigentes.
Otro factor concurrente para el éxito, y por cierto de capital importancia, era el de la interpretación artística. Acabo de aludir a la escasez de verdaderos actores nacionales aquí, donde la carrera teatral ha sido, hasta hace pocos años, profesión exótica, faltando todos los elementos para implantarla seriamente, desde la educación general de los aspirantes hasta la preparatoria y técnica que se adquiere en los conservatorios de declamación. En condiciones tales -y agregándose a ellas ciertos vestigios aún subsistentes de la antigua preocupación social adversa a esta carrera- no cabe esperar todavía la formación espontánea de un verdadero gremio histriónico, análogo al existente en las naciones europeas. Es fuerza contentarnos con que, del grupo de medianías anónimas, surja tal o cual individualidad interesante, hija de una vocación irresistible, y tanto más digna de aplauso cuanto que el medio en que regularmente actúa no es el más propio para inculcarle sanas nociones estéticas. Este prefacio no es una crónica; ni desempeño aquí funciones de crítico teatral. No me toca, pues, pasar revista a los estimables actores que han estudiado con laudable celo sus respectivos papeles -algunos bastante difíciles, en La divisa punzó,- desempeñándolos en general con una buena voluntad y un acierto que el público ha sabido recompensar. No dejaré, sin embargo, de destacar del grupo masculino al primer actor, don Enrique Arellano, que ha creado con autoridad el importantísimo papel de Rosas, poniendo en relieve los múltiples aspectos del complexo personaje, y acentuando tan magistralmente la histórica figura, que no había de tardar en desvanecerse la impresión desfavorable, que en el primer momento produjeron ciertas deficiencias físicas del intérprete. En cuanto al papel de Manuela Rosas, la otra protagonista del drama, sabíamos de antemano que al asumirlo la señora de Quiroga, nos presentaría una fina y encantadora silueta del hada buena de Palermo (luciendo con personal elegancia los ricos trajes de una gran faiseuse parisiense); pero no esperábamos que su gracia natural y risueña del primer acto se transformara, en el tercero, en un despliegue tal de patética energía que, cada noche, arranca al público entusiastas aplausos, llegando luego a su colmo la emoción general durante la tierna despedida del epílogo.
Con el concurso de tan valiosos elementos es como La divisa punzó ha podido realizarse teatralmente en sus aspectos esenciales, sino en su integralidad. Pero, en suma, aquéllos son factores extrínsecos a la obra. En cambio, el factor verdaderamente intrínseco -si tiene entrada la terminología didáctica en los dominios de las Musas- es el que constituye el asunto mismo del drama. La víspera del estreno expliqué al «reporter» de un importante diario de la tarde cómo, privado de mis habituales lecturas con luz artificial por el debilitamiento de mi vista, me había sido forzoso substituirlas con la composición mental -de literatura imaginativa, por supuesto- a guisa de sucedáneo durante mis insomnios nocturnos. Era lógico que en este devaneo me inclinara a la forma dramática, como más concreta y fácilmente recordable, para escribir al día siguiente lo inventado en la vigilia; y también que, una vez instalado en mi cerebro aquel «retablo de Maese Pedro», me atrajera, desde luego, el drama histórico argentino, como más afín a mis estudios. Así las cosas, paréceme hoy inevitable que, dentro del marco local, se presentara a mi alcance inmediato la época de Rosas, que conocía suficientemente por haberle dedicado un largo ensayo; y, dentro de ella, el episodio célebre de la llamada «conjuración» de Maza, no sólo por su intensidad trágica, sino también por corresponder a un momento crítico de la dictadura. Tal sucedió, en efecto; y no de otro modo preludió a su venida al mundo literario La divisa punzó.
Con respecto al procedimiento observado en la preparación constructiva de la obra y a las circunstancias en que se produjo su elaboración, nada encuentro más tópico que recordar los datos y razones que formulé horas antes del estreno, y a los que la larga e inequívoca aceptación del público confiere hoy una suerte de sanción o visto bueno retrospectivo.
La primera precisión del asunto me ocurrió en Buenos Aires, a fines del año 1921. Inmediatamente me puse a trazar el scenario de la pieza, alrededor del complot de Maza como episodio central, al mismo tiempo que completaba mi documentación con la consulta de ciertos diarios de la época, cuyos extractos no figuraban en mis fichas. Sin más bagaje que el cuaderno así formado, empecé en la manera arriba indicada la escritura del texto, de primera intención, sin borrador, según tengo costumbre, dejando en blanco una mitad de la página para las enmiendas y adiciones. Así se redactó la obra entera, en su forma casi definitiva, durante el verano de 1922: el primer acto, en Carhué; el segundo -lo mismo que el cuarto o epílogo- en Buenos Aires, el tercero, en la estancia del sur de la provincia a que se refiere la dedicatoria; y no deja de ser curioso, como efecto de contraste, que este acto, el más sombrío y trágico de la pieza, se haya escrito al aire libre, en un ambiente de flores, a la sombra de las enramadas que tamizaban sobre mi mesita portátil los rayos del sol, entre el rumor de los follajes y los gritos de los niños, más alegres que los gorjeos de los pájaros... Ya tengo indicado mi modus operandi que consistía -y consiste todavía- en reproducir cada mañana en el papel la escena representada por mis fantocci nocturnos, con gestos y diálogos en el tablado ideal de mi reciente vigilia. De aquellas tinieblas sucesivas ha salido a luz el drama que hoy imprimo.
Volviendo a mi tema de los factores concurrentes al buen éxito de La divisa punzó, tan lejos estoy de querer disimular o aminorar la parte que en él corresponde principalmente a la feliz elección del asunto, que antes, sobreponiéndose el historiador al dramaturgo, me sentiría inclinado a exagerarla. Todos los que de cerca me tratan, me han visto y oído, siempre que se admitía la posibilidad de renovar mi experimento teatral (tan tardío que parece extemporáneo), revelar mi escepticismo, repitiendo: Non bis in idem. Aunque mi segunda pieza -hipotética- resultase artísticamente superior a la primera, nunca jamás alcanzaría la suerte de aquélla. Y la razón, que a veces omitía por evidente, es que no puede existir para un público argentino, un sujeto teatral que, como fuente de interés y palpitante emoción, se compare al drama histórico que pone en escena, como protagonistas, a Rosas y su hija Manuela, durante el lapso climatérico de los años 39 y 40. Comprenderá lo que aquí indico, sin necesidad de insistir, quien haya presenciado y sentido, especialmente en las primeras representaciones de La divisa punzó, el estremecimiento que por momentos sacudía al público entero ante la potencia evocadora de ciertas escenas, en que la honda verdad humana de la situación aparecía realzada por el intenso colorido de la realidad histórica. Y declarado todo ello con franca y sincera ingenuidad, no afectaré agregar, con una falsa modestia que fuera hipocresía, que en mi opinión la estructura y el estilo de la pieza hayan tenido una parte insignificante en el éxito... Pero lo que en esto haya de cierto, otros se han encargado


Escribir Opinión

Nota: No se permite HTML!
    Malo           Bueno
Captcha