El barón

El barón

El barón

  • Autor:
    Leandro Fernández de Moratín
  • ISBN:9788497705547
  • Colección:Teatro
  • Categoría:Biografías, literatura y estudios literarios; Ficción y temas afines; Textos antiguos, clásicos y medievales; Ficción: general y literaria
  • Temática:Ficción clásica: general y literaria, Textos antiguos, clásicos y medievales
  • Páginas:33
  • Idioma:Español / Castellano
  • Editorial:Vision Libros
  • Código de Producto:511
  • Disponibilidad: Disponible
  • Formato de este producto: PDF
  • 1.35€

    1.28€

  • Sin Impuesto:1.24€
Advertencia

En el año de 1787 escribió el autor una zarzuela intitulada El Barón, que se debía representar en casa de la condesa viuda de Benavente, lo cual no llegó a verificarse; pero la obra corrió manuscrita, con más aprecio del que efectivamente merecía. Una dilatada ausencia del autor dio facilidad a algunos para que apoderándose de ella la trataran como a cosa sin dueño. Alteraron a su voluntad situaciones y versos, añadieron personajes, aumentaron o suprimieron donde les pareció varios trozos cantables, y la desfiguraron de un modo lastimoso. Con estas enmiendas, supresiones y apostillas, la tomó a su cargo D. Josef Lindón, organista de la Capilla Real, y compuso la música según pudo y supo. Entretanto cayó en poder de los que se llaman apasionados: juventud ociosa y alegre, y poco difícil en materias de gusto. Parecioles muy buena (como era de temer), la estudiaron a porfía, la representaron sin música en varias casas particulares y, por último, en el teatro público de Cádiz apareció mutilada y deforme.

Restituido el autor a su patria, vio la mala suerte que había tenido su obra, y una de las mayores dificultades que tuvo que vencer fue la de persuadir a su amigo D. Josef Lidón a que diera por perdido el tiempo que había gastado en componer la música, y a que desistiera del empeño que tenía en que los cómicos se la cantaran. Logrado esto, conoció la necesidad de corregirla, para lo cual suprimió todo lo añadido por mano ajena, y todo lo cantable: dio a la fábula mayor verosimilitud e interés, a los caracteres más energía, y alterando el primer acto, y haciendo de nuevo el segundo, de una zarzuela defectuosa compuso una comedia regular.

Entretanto que la estudiaban los mismos actores, que con tanto celo y acierto habían desempeñado las dos primeras piezas del autor, la compañía de los Caños del Peral se dio por ofendida de aquella preferencia. Sus protectores (gente poderosa y grande influjo en la corte) meditaron una venganza poco delicada, para desahogo de su mal fundado resentimiento. Hallaron un buen hombre que se prestó a sus miras, dilatando en tres actos la zarzuela de El Barón, suprimida la música, añadidos de propio caudal varios trozos y lo restante copiado a la letra del original que estropeaba. Sin haberlo sospechado jamás, se halló de repente poeta: puso por título a sus mal zurcidos retales el de La lugareña orgullosa; la llamó comedia original; insultó en el prólogo al autor de El Barón, y la pieza contrahecha se estudió, se imprimió, y se representó en el teatro de los Caños; antes que en el de la Cruz estuviera corriente la de Moratín. Tanta fue la actividad con que se aceleró la ejecución de aquella materia. El público no quedó, sin embargo, muy satisfecho del mérito de la obra; y siendo ya tan conocida la zarzuela de El Barón; la rapiña del autor intruso, su mala fe, sus cortos alcances y su ridícula presunción, le desacreditación completamente.

La comedia de Moratín se representó en el teatro de la Cruz el día 28 de enero del año de 1803. Sabíase de antemano que iba a ser silbada: el jefe que mandaba la expedición era conocido y temible, la turba que tenía a sus órdenes numerosa e intrépida. Durante la representación intentaron los voceadores el ataque más de una vez; pero el público logró contenerlos; faltaban pocos versos para concluirla, y creyeron que era ya urgente hacer el último esfuerzo, y cumplir el empeño que habían contraído. Voces, gritos, golpes, silbidos, barahúnda espantosa, todo se puso en práctica, y aquella parte del auditorio a quien había parecido bien la comedia, contribuyó con aplausos a crecer el estrépito y la confusión.

Unos pedían que se anunciase otra función para el día siguiente y otros gritaban que siguiese la misma.


Escribir Opinión

Nota: No se permite HTML!
    Malo           Bueno
Captcha