Mi estimado Irénico: Al mismo tiempo que Vm. también otro amigo me envía un escrito contra el Apéndice II de mis Observaciones pacíficas. A ambos quedo igualmente agradecido, y de nuevo suplico que me digan con franqueza cuantos reparos les ocurran, o sepan haber ocurrido a otros sobre la exactitud de las noticias, la justicia de las Máximas, y la claridad y propiedad de las cláusulas y expresiones; pues sabe Vm. que oigo con gusto cuanto pueda servirme para corregir o aclarar lo que escribo, sin desatender el aviso oportuno, por más que venga acompañado con censuras acres, violentas e injustas. Porque desde el principio de las Observaciones hasta ahora me he propuesto siempre escribir contra las opiniones extremadas de dos partidos opuestos, cuyos focos son los dos fanatismos de superstición y de impiedad. Y por lo mismo no debo admirar que en los escritos contra el Apéndice publicados en este tiempo de particular agitación o fermentación de tales partidos, se den golpes eléctricos y se disparen chispas, de que los escritos que me impugnan no sean más que conductores inocentes.
Vm. me dice que el Censor cuyo papel me remite, no sólo es buen católico, sino varón de conducta muy arreglada y de singular piedad. Lo creo fácilmente y con gusto; y en el papel observo que en nada desfigura mi modo de pensar; pues presenta con exactitud lo que digo tanto sobre el derecho de alto imperio en el Rey con las Cortes, como sobre el derecho de propiedad en las corporaciones civiles y eclesiásticas, y el derecho de libertad así en las personas físicas como en las morales para disponer de lo que es propio suyo. Reconozco pues que este Censor examinó el Apéndice muy a sangre fría, a pesar del extraordinario ardor con que impugna la propiedad de las corporaciones que yo defiendo, y quiere limitar la libertad de los propietarios, muchísimo más de lo que permiten los principios que yo he adoptado. En todo su papel veo cuanto distamos en el modo de pensar sobre estos dos puntos; pero ni veo equivocación suya en la idea que da de mis opiniones, ni que él haya notado equivocación mía en lo que digo en el Apéndice. Y esto es lo único que debo decir a Vm. en contestación al papel del Censor; pues ni deseo ni sería del caso entrar en la disputa principal sobre propiedad o sobre libertad.