Los epigramas

Los epigramas

Los epigramas

  • Autor:
    Leon De Arroyal
  • ISBN:9788497705608
  • Colección:Poesía
  • Categoría:Ficción y temas afines; Ficción: general y literaria
  • Temática:Ficción clásica: general y literaria
  • Páginas:110
  • Idioma:Español / Castellano
  • Editorial:Vision Libros
  • Código de Producto:763
  • Disponibilidad: Disponible
  • Formato de este producto: PDF
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Al que leyere El epigrama es una breve descripción, o demostración de cualquier cosa hecha en verso; y su principal uso consistió en las inscripciones de las estatuas, sepulcros, u otras obras, donde se quería perpetuar la memoria de algunos hombres, o sucesos. Pero no por esto dejó de extenderse y servir a otros fines, tomando lugar en todos los ramos, que abraza la buena poesía, ya sea en asuntos sagrados, ya en profanos, ya en serios, ya en jocosos, ya en sublimes, ya en vulgares, etc.; por lo que este poema, mirándole en rigor no puede reducirse a alguno de los cuatro mayores, o seis menores, siendo como agudamente lo nota el Doctor Pinciano, una folla, o mezcla de todos ellos.

La belleza del epigrama consiste en dos cosas: la una es un cierto retorno, o juego de voces, que deleiten el oído; y la otra, que es la más principal, la brevedad, novedad, agudeza o elevación del pensamiento, que sorprehenda gustosamente el ánimo. El epigrama en que ambas concurran, sin duda, será perfecto; mas en cuanto al estilo deberá seguir, u acomodarse al asunto que se trata; si cómico, cómico, si épico, épico, etc. cuidando en cuanto sea dable de usar voces propias y significativas, con que en pocas palabras se explique gran concepto.

Algunos juzgan que el hacer un buen epigrama es cosa de poquísimo trabajo, y para que sobra el caudal de una imaginación viva con alguna travesura y experiencia de mundo, pero yo desearía que tomasen el trabajo de probar las fuerzas de su ingenio en estas composiciones, o a lo menos reflexionasen el que habiendo millones escritos y no escritos en el mundo, apenas uno u otro se pueden llamar perfecto; lo que sin duda es prueba de su gran dificultad.

Entre los Griegos fueron muchísimos los que escribieron epigramas con una sencillez y claridad admirable; pero en algunos asuntos inimitable, o por mejor decir incompatible con la modestia cristiana. Paladio, Apolonio, Teócrito, Calino, Diodoro, Luciano, y algunos más, todos fueron, epigramatarios, como se evidencia por las obras que de ellos nos quedan, aunque no de igual mérito. Los Latinos, a lo que yo colijo, no fueron tan apasionados a los epigramas como los Griegos, ni en los pocos que escribieron llegaron a igualarlos. Catulo fue el que más de cerca imitó la sencillez, facilidad y claridad griega; en lo que con menos acierto le acompañó Ausonio; pero Marcial se abrió un nuevo camino, en el que fue seguido de Claudiano, y casi todos cuantos después han escrito en esta materia. La principal hermosura de los epigramas de Catulo lo está en vestir un pensamiento natural, sutil y fino con un adorno delicado de palabras, donde resalte la simplicidad y ternura de la expresión. La belleza de los de Marcial consiste en un juego artificioso de voces y con que suele encubrir un concepto las más veces popular, terminando un pensamiento, al parecer ordinario, con una agudeza picante, activa y espirituosa. Cual de estos dos estilos sea más perfecto, es cuestión bastante agitada entre los hombres de buen gusto, a los que dejo la decisión de ella; pues mi intento no es criticar, sino imitar.

Con verdad puede asegurarse, que la lengua Castellana es la más rica y más pobre de epigramas entre cuantas lenguas son conocidas: rica, por los innumerables que escritos y no escritos hay en ella; y pobre, porque hasta ahora y que yo sepa, no tenemos un cuerpo de epigramas. Dije escritos y no escritos, porque de ambos géneros abunda nuestra lengua en gran manera; como que para mí es sin disputa la más proporcionada, después de la Griega, para estas composiciones. En los primeros deben contarse la multitud prodigiosa de sonetos, redondillas, espinelas, quintillas, y otros versos, en que brevemente dijeron alguna cosa los Poetas; y de éstos hay esparcidos infinitos en Quevedo, Góngora, Rebolledo, los Argensolas, y finalmente en casi todos cuantos en español hicieron versos; mas con todo no sé yo que alguno merezca por ellos el título de Poeta Epigramatario. En los segundos entran la turba magna de los cantares para la música vulgar, que por lo común llaman seguidillas, caballo, jota, etc.; y entre éstos es cosa admirable el oír en boca de una pobre lavandera, o un rústico labrador algunos, que pueden por su belleza y gracia competir con los más ponderados de la antigüedad; y por que no parezca que exagero léanse los tres siguientes con cuidado.


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