Hadyi Murad

Hadyi Murad

Hadyi Murad

  • Autor:
    León Tolstoi
  • ISBN:9788497705646
  • Colección:Clásicos de la literatura
  • Categoría:Biografías, literatura y estudios literarios; Ficción y temas afines; Textos antiguos, clásicos y medievales; Ficción: general y literaria
  • Temática:Ficción clásica: general y literaria, Textos antiguos, clásicos y medievales
  • Páginas:83
  • Idioma:Español / Castellano
  • Editorial:Vision Libros
  • Código de Producto:462
  • Disponibilidad: Disponible
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La presente obra, una de las más tardías de León Tolstoi (1828-1910), revela en su composición una serie de vicisitudes. Un primer borrador de ella data de 1896, en tanto que la primera versión impresa, tras una docena de revisiones y con omisiones exigidas por la censura, es la de Moscú de 1912; y la que puede considerarse como completa y definitiva es la de Berlín de ese mismo año. Trátase, pues, de una obra póstuma, pero el hecho de serlo no se debe enteramente a descuido o indiferencia por parte de su autor. Como se verá más adelante, Tolstoi sabía que la obra no podría ser publicada durante su vida. Quizá por ello la compuso y revisó un poco a trompicones, no sólo según los altibajos de su interés por ella, sino, dada la índole histórica de la obra, a medida que iba creciendo y profundizando su conocimiento de los personajes y acontecimientos reales que en ella se ponen de manifiesto.

No cabe la menor duda de que la obra es, en lo esencial hisitóricamente verídica. En su concepción y durante su composición, Tolstoi se documentó con rigor idéntico al de quien se prepara para escribir una historia sensu stricto. Leyó recopiló y absorbió cuanto pudo agenciarse sobre la guerra del Cáucaso: historias, periódicos, memorias, diarios personales, apuntes, cartas,. conversó con algunos de los que habían participado en la contienda; y en cuanto a ambientación (tipos, lenguaje, paisajes, costumbres) recurrió al rico acervo de recuerdos de su propia vida en el Cáucaso en 1851-53, primero como funcionario administrativo y después como oficial de artillería. De su estancia en el Cáucaso y afición a todo lo concerniente a él dejó como testimonio su obra Los cosacos, que, escrita en 1854, no fue publicada hasta 1862. Ahora bien, con lo histórico, como cabe espera, se funde en Hadyi Murad lo imaginado, lo que Tolstoi pone de su propia experiencia vital de su conocimiento del alma humana, de su sondeo en las honduras del pensar, sentir y obrar de las gentes.

Al igual que en Los cosacos, Tolstoi revela en Hadyi Murad cuánto le afectó el conflicto entre dos estilos de vida: la sencilla, regida por la tradición y la costumbre, de los montañeses del Cáucaso, y la compleja, sujeta a vaivenes ideológicos, sociales y políticos -sin descontar las «modas» anejas a tales alteracionesde los rusos «civilizados» empeñados en incorporar al Imperio a hombres y culturas que sobreviven al margen de él Este conflicto, que tiene su origen en Rousseau (de quien tan devoto fue Tolstoi), y que tan sobado fue luego por los románticos, había sido ya tratado en Rusia por Pushkin y Lermontov. Pero Tolstoi lo «desromantizó» a tal punto que obras como Los cosacos y Hadyi Murad pueden leerse -y, en efecto, son leídas no obstante ser «ficciones narativas»- como auténticos estudios etnológicos y sociológicos. Es sabido que durante su estancia en el Cáucaso, acaso por aversión hacia la conducta de sus propios compatriotas en aquella comarca, Tolstoi hizo lo posible por asemejarse a los indígenas, esfuerzo que iba a encarnar en el personaje de Olenin, en Los cosacos, y más tarde, en Hadyi Murad, en el de Butter, oficial del ejército ruso y vicioso de los naipes -como en un tiempo lo había sido Tolstoi-: «La poesía de la vida peculiar e indómita de la montaña se adueñó aún más de Butler con el contacto que tuvo con Hadyi Murad y sus murids [secuaces]. Se compró un beshmet [especie de gabán] y una cherkeska [especie de túnica], unas polainas y le pareció que él tambt'én era montañés y vivía la misma vida que ellos» (cap. 20), A esta faceta costumbrista, y en contraste con ella, hay que agregar el designio de dar a la obra un inequívoco sesgo político y social. El capítulo 15 está dedicado en su mayor parte al zar Nicolás L por el que, como es notorio, Tolstoi sintió siempre viva antipatía. El retrato que de él hace el autor revela, con abundantes pinceladas caricaturescas, a un hombre frío, fatuo, cruel lascivo e hipócrita, cuyo mayor solaz cuando se siente a disgusto por cualquier motivo es preguntarse: «¿Qué sería de Rusia sin mí?» Más aún: «¿Qué serían sin mí no sólo Rusia, sino Europa?» Nicolás es el dechado del déspota: se rodea de ministros abyectos, prontos a poner en ejecución cualquier medida que decrete por cruenta o descabellada que sea, y de una corte cuya pleitesía servil contribuye a fomentar y aplaudir el engreimiento y la petulancia del autarca. Esta semblanza de Nicolás I fue la que impidió que la novela pudiese ser publicada durante la vida de su autor.

Pero frialdad; crueldad; engreimiento y lascivia no son raras morales privativas de Nicolás. Lo son también, aunque no tan finamente perfiladas, de su enemigo mortal el imam Shamil cabecilla religioso y militar de los montañeses que luchan en el Cáucaso por su independencia y la integridad de su territorio. La mirada «cansina», «mortecina», de Nicolás encuentra su paralelo en los ojos siempre «entornados» de Shamil quien de ordinario «mantenía inmutable, como si fuera de piedra, el rostro pálido», La misma abyección que ministros y cortesanos muestran ante el zar la encontramos en los consejeros y secuaces de Shamil. Su palabra es ley, sus órdenes son inapelables. O sea, que con máscaras diferentes el despotismo es esencialmente igual en todas partes.

Pero el personaje principal es, por supuesto, Hadyi Murad; lugarteniente de Shamil que acaba pasándose a los rusos. Es, como todos los personajes principales de la novela, figura histórica, de la que se habló mucho en Rusia a raíz de su deserción. Parece ser que Tolstoi no llegó a conocerle personalmente, pero sí conoczo a quienes le conocieron, y ese conocimiento indirecto fue lo que le llevó con constancia y dedicación a prueba de interrupciones, a perfilar la figura de ese individuo singular por el que llegó a sentir; como se trasluce en la novela, irresistible afecto.


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